Castillo de Burgos

Castillo de Burgos

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El   Castillo de Burgos  se levanta en el punto más alto del cerro de San Miguel o cerro del Castillo, como se le conoce también en la zona en que se ubica la fortaleza. A unos 75 metros sobre la ciudad, su inconfundible silueta preside el centro histórico de Burgos.

Por su innegable importancia histórica fue declarado Bien de Interés Cultural en 1949. Durante su ya larga vida, ha sido alcázar y residencia real, prisión, y lugar de alojamiento para huéspedes notables. Destruido por las tropas napoleónicas en 1813, la acertada restauración acometida en 2003 ha contribuido a convertir el Castillo de Burgos en un recurso cultural de primer orden.

Castillo Burgos

Está situado además en un entorno natural privilegiado a apenas unos minutos caminando desde la Catedral. Por ello, la visita al castillo se ha convertido en uno de los grandes atractivos turísticos de Burgos. No solo para descubrir los orígenes de la considerada Cabeza de Castilla, sino también para disfrutar de las mejores vistas de la ciudad.

Vistas desde el Castillo de Burgos

HISTORIA

En el Castillo de Burgos se encuentran los orígenes de la propia ciudad. Inicialmente Burgos fue una villa castellera surgida al lado mismo de la fortaleza.

Orígenes del Castillo de Burgos

La fundación tanto de la Burgos como del castillo se la debemos al conde Diego Rodríguez Porcelos. En el año 884 elige el cerro de San Miguel como lugar adecuado para construir un enclave defensivo. Con ello pretendía dar protección a los primeros pobladores de la nueva ciudad en plena Reconquista.

Más tarde, con la fronteras más al sur y la población local descendiendo por la ladera del cerro, quedó bajo el control de los monarcas castellanos. Se utilizó como prisión para personajes de alto rango, para encuentros diplomáticos o para celebraciones de la corte. Entre los insignes presos de la fortaleza burgalesa destacar a Alfonso VI de León. Aquí fue encerrado tras ser derrotado por su hermano Sancho II y El Cid en la Batalla de Golpejera (1072).

Probablemente durante el reinado de Alfonso VIII (1155-1214) se produce una gran transformación del castillo. Así mismo, Enrique IV (1425-1474) emprende una amplia labor de embellecimiento de la fortaleza y sus murallas.

Tras cambiar varias veces de manos, pasaba finalmente a ser propiedad de los Stúñiga. Esta familia ejerció la alcaidía de la fortaleza hasta el reinado de los Reyes Católicos.

En esta época fueron frecuentes los pleitos entre el castillo y el concejo de la ciudad. Esos enfrentamientos culminaron en la guerra entre Isabel la Católica y Juana la Beltraneja. El castillo, bajo el mando de los Stúñiga, apoyó la causa de Juana. La propia ciudad de Burgos se decantó por Isabel. Tras casi ocho meses de asedio, el castillo terminó por rendirse en 1476. Años más tarde, vuelto de nuevo a la Corona, Fernando el Católico lo convirtió en fuerte de artillería.

Bajo el reinado de Felipe V, en 1736 sufrió un tremendo incendio que lo destruyó casi por completo.

La ocupación francesa

La ocupación francesa constituye el último renacer de la fortaleza como emplazamiento estratégico militar, aunque ello supone una marcada transformación del recinto. En el siglo XIX, Napoleón ordenó su reconstrucción para convertirlo en guarnición de las tropas del ejército francés acantonadas en Burgos durante la Guerra de la Independencia.

Asedio Castillo Burgos en Guerra Independencia

Tras un asedio fallido en 1812, el ataque del Duque de Wellington en apoyo a las tropas españolas supuso el final del dominio de los franceses. En su huida, las tropas francesas dinamitaron el castillo un 13 de junio de 1813. Con la tremenda explosión quedó totalmente destruido. La onda expansiva afectó también a casi todas las vidrieras de la Catedral de Burgos. Tan solo el espectacular rosetón de la Fachada del Sarmental sobrevivió. Prueba de la magnitud de la voladura es que más de doscientos militares franceses fallecieron consecuencia de la misma.

A partir de entonces, el castillo solo será utilizado ocasionalmente durante las guerras carlistas.

Finalmente la reconstrucción parcial de la fortaleza ha permitido su habilitación como centro de interpretación, abierto al público en 2003.

Entrada al Castillo de Burgos

EL CASTILLO DE BURGOS

El acceso al interior de la fortaleza se realizaba a través de dos puertas. Una de ellas, se abre en el lienzo oeste de la muralla. Es la situada en el mismo lugar que permite la entrada al recinto actualmente. Esta puerta facilitaba la comunicación entre el castillo y la ciudad desde uno de los primeros barrios de Burgos: San Sadornil, hoy de San Pedro.

Este sector oeste del castillo se encontraba protegido por un sistema defensivo compuesto. A la muralla se sumaba un foso, de tal manera que, para salvar el desnivel, debía emplearse un puente levadizo.

La segunda de las puertas se localizaba en el extremo sur del recinto. Hasta allí conducía un camino desde el barrio de San Esteban. Este acceso, en marcada pendiente, era utilizado exclusivamente por peatones. Su construcción tuvo lugar durante el reinado de Enrique IV. Con la explosión de 1813 desaparece esta puerta meridional.

Acceso sur. Castillo de Burgos

El interior está protegido por una muralla de gran grosor con torres almenadas. Hay torres de planta circular y rectangular, tanto adosadas a la muralla como exentas.

El Castillo de Burgos carece de torre del homenaje. En su lugar, se levantó un palacio que sirvió como residencia real. Se le conoce como el Palacio de Alfonso X. Al parecer era un edificio porticado con tres pisos abiertos al patio de armas. Su interior estaba decorado con motivos estucados mudéjares. Algunos de ellos se pueden ver en el Arco de Santa María de Burgos.

Palacio Alfonso X. Castillo de Burgos

El recinto exterior es de menor altura y su función es dificultar el ataque directo al recinto principal. Esta muralla se complementa con otros elementos defensivos, como torre, foso y la propia topografía natural del terreno.

EL POZO Y LAS GALERÍAS

El solar del castillo esconde una serie de complejos subterráneos en forma de pozo, escaleras y galerías. Quizá sean los elementos más interesantes de la visita guiadas al Castillo de Burgos.

El Pozo

El pozo es una magnífica obra de ingeniería medieval que abastecía de agua a los moradores del castillo, sobre todo en momentos de asedio. Está formado por un cilindro central de unos 63 metros de profundidad y 1,8 metros de diámetro de boca. Rodean el cilindro central, al menos seis husillos con escaleras de caracol de 335 peldaños. Estos husillos se comunican entre sí mediante pequeños pasillos concéntricos al pozo, cuya finalidad era el descenso al fondo para su limpieza y mantenimiento.

Está realizado en su totalidad con sillares perfectamente escuadrados. Su fábrica posiblemente sea de los siglos XII al XIV.

Pozo del Castillo de Burgos

Las galerías

El otro elemento con el que nos vamos a encontrar en los subterráneos son las galerías. Las galerías están conectadas con el pozo y la escalera de caracol.

Están a una profundidad de entre 6 y 10 metros bajo el nivel del suelo del patio de armas. Su origen guarda relación con las minas y contraminas excavadas en diferentes asedios.

Las más antiguas son del siglo XV. Se construyen durante la Guerra de Sucesión entre Isabel la Católica y Juana la Beltraneja. Por un lado, los partidarios de Isabel abrían unas galerías subterráneas (minas) con la intención de entrar dentro de los muros del castillo. Les interesaba, sobre todo, llegar al pozo y cortar el suministro de agua o incluso llegar a envenenarla. Por otro lado, los sitiados, partidarios de Juana, para defenderse de esos ataques subterráneos, construían otras galerías (contraminas). Con estas contraminas pretendían frenar las intenciones de los sitiadores.

Para dificultar el acceso, a esas galerías se añadían numerosas trampas.

La Cueva del Moro es la única galería con principio y final conocido. Es un estrecho pasillo tallado en la roca que comunica el pozo con una cueva situada en los dos recintos amurallados del castillo. Esta galería cuenta también con trampa. Estratégicamente colocada contaba con dos tipos de pasarela de madera en el corredor, una fija y otra móvil. Los que conocían la existencia de la trampa pasaban por la parte fija. Los que no la conocían pasaban por la parte móvil y caían varios metros de altura.

ERMITA DE NUESTRA SEÑORA DE LA BLANCA

Junto a la puerta de entrada principal del castillo se localizaba la iglesia de Nuestra Señora de la Blanca. La tradición sostiene que la hija de Diego Porcelos, doña Blanca, encontró en una cueva en el cerro de San Miguel una imagen de la Virgen María.

En ese lugar, el conde ordenó construir una iglesia en honor a la Virgen Blanca. A partir de entonces pasó a ser la patrona de la ciudad. Fue una de las parroquias más importantes de la ciudad durante la Edad Media.

La iglesia quedó totalmente destruida con la voladura del castillo en 1813. Los objetos salvados pasaron a la parroquia de San Pedro de la Fuente. Sobre todo, la venerada imagen de Nuestra Señora de la Blanca o Santa María la Blanca.

Recientes excavaciones han conseguido documentar al planta de la primitiva iglesia románica. Todos los años, el último domingo de mayo, se celebra la Romería de la Virgen Blanca llevando la imagen de la Virgen hasta el antiguo emplazamiento de la ermita junto al castillo.

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